Los Estados Unidos y sus aliados europeos se encuentran en un problema cada vez mayor respecto a Irán. El régimen avanza en su programa nuclear y las salidas a esta situación parecen volverse cada día más difusas.
El programa nuclear iraní avanza
El martes pasado, desde Teherán, se oficializó la suspensión de las inspecciones nucleares por parte del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).
Al respecto, el portavoz iraní Kazem Gharibabadi declaró en Viena lo siguiente: “A partir de mañana, no tendremos ningún compromiso más allá de las salvaguardias. Sobre las instalaciones nucleares se han dado las órdenes necesarias”.
El día anterior a estas declaraciones, el ayatolá Alí Jamenei anunció que su país no cedería a las presiones de Estados Unidos y las potencias europeas, y que podría enriquecer uranio hasta un 60%, si fuera necesario.
Ned Price, portavoz del Departamento de Estado de los Estados Unidos, dijo que el comentario del líder supremo de la República Islámica “suena a amenaza”.
Tanto la decisión de limitar las inspecciones nucleares como la amenaza de enriquecer uranio buscan fortalecer la capacidad negociadora de Irán de cara al acuerdo. Sin embargo, aun en el caso de que se trate de simple retórica por parte de las autoridades persas, el riesgo de que Teherán llegue a fabricar armas nucleares continúa latente.
El analista israelí Joab Rosenberg comentó que “Joe Biden está jugando al juego de la gallina sobre quién tomará el primer paso. La situación en la región es dramáticamente inestable, y el hilo diplomático está demasiado tenso y a punto de romperse con Irán avanzando hacia la bomba nuclear”.
El Plan de Acción Integral Conjunto ha sido violado innumerables veces por el régimen iraní desde el 2015, el año en que se firmó. En él se fijó un límite de enriquecimiento de uranio de un 3,67%. En la actualidad Irán está enriqueciendo uranio en niveles de un 20%.
Estos niveles son considerados altos, con escasos usos pacíficos. Se necesita un 90% de enriquecimiento para fabricar armamento nuclear. El salto de un 20% a un 90% es relativamente sencillo. Es por eso que cualquier acción dirigida a enriquecer uranio por encima de estos valores despierta una gran alarma entre los países firmantes del acuerdo.