El horror de las cárceles turcas
Resul Demir, de 24 años, fue detenido en Turquía en 2019. Se lo acusó de pertenecer a una organización terrorista. Poco tiempo después de ser liberado (no había pasado un año) volvió a ser detenido, en Edirme, junto a sus amigos. Esta vez se lo apresó por sospecha de “fuga al extranjero”.
“En el tiempo en que estuve bajo custodia policial, pedí ver a mi abogado y no me lo permitieron. No me dieron agua ni comida. Cuando la pedimos, nos dijeron que éramos terroristas y que por eso no había agua ni comida para nosotros. Nos torturaron psicológica y físicamente“, dijo Demir.
En la sala del tribunal no se le permitió defenderse en kurdo.
“Exigimos traductores de kurdo. Les dijimos que queríamos ejercer nuestra defensa en nuestra lengua, pero no nos lo permitieron“.
Además, recibieron amenazas por parte de agentes que les advirtieron que si hacían su defensa en kurdo serían lastimados. Ya en prisión, Demir y sus amigos fueron torturados, según declaró el joven. Entre otras prácticas vejatorias, era muy frecuentes que los sometieran a cacheos completamente desnudos.
Demir confesó que cuando denunciaron estos atropellos a través de peticiones a organizaciones de derechos humanos, les fueron abiertas investigaciones disciplinarias en su contra por “compartir información que debe ser confidencial dentro de la penitenciaría”.
Asimismo, se les abrió una nueva investigación disciplinaria a causa de la huelga de hambre que llevaron a cabo, en contra del aislamiento y las violaciones de los derechos humanos que ocurren en la prisión. El argumento esgrimido por parte de las autoridades fue que estaban “creando pánico entre la población carcelaria y rebelándose contra la administración”.
Las organizaciones de derechos humanos deben actuar
Demir exhortó a las organizaciones y activistas de derechos humanos a actuar en contra de las graves vejaciones que reciben los presos en la Turquía de Erdogan. El joven aseguró que son cientos los presos que sufren maltratos y amenazas en las cárceles del país. “Los maltratos y los abusos por parte del personal penitenciario a los presos se han convertido en rutina. Las agrupaciones de derechos humanos deben actuar cuanto antes para que esto se detenga“, explicó.
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