Una enfermedad aberrante
La homosexualidad para el gobierno persa es algo antinatural, inmoral, anormal, una enfermedad que ofende a la ley islámica y que debe ser erradicada implacablemente.
Años atrás, en el marco de una sesión del Consejo de Derechos Humanos, un portavoz de la nación persa declaraba lo siguiente:
La homosexualidad es una enfermedad, un estado pecaminoso y una adicción abyecta, una conducta adoptada durante la pubertad que abre las puertas a toda clase de hábitos inmorales en la sociedad y en la familia. Es por eso que ninguna nación decente debe promover ni facilitar la propagación de esta peste; por lo cual corresponde ponerle un freno en cada caso apelando a medidas punitivas severas.
El colectivo LGTB en Irán
El Código Penal iraní se caracteriza, entre otras cosas, por ser el que impone las penas más severas a los homosexuales. Estas van desde el castigo de cien latigazos, en el caso de dos hombres que se besan, hasta la muerte, en el de la práctica de la sodomía entre dos individuos de sexo masculino.
Esto en lo que respecta a los hombres.
La situación de las lesbianas no es mucho mejor. Como se sabe, en la República Islámica las mujeres son obligadas a contraer matrimonio, ya sea por imposiciones familiares o sociales. La pena por lesbianismo, al igual que en el caso de los homosexuales varones, incluye un centenar de latigazos, así como también la muerte.
Es muy común, además, que las mujeres que son detenidas a causa de estos actos sean golpeadas, violadas e incluso torturadas hasta la muerte, en los mismos centros policiales o jefaturas donde las detienen. Se trata de un colectivo que no cuenta con las menores garantías. En la República Islámica ser mujer y además homosexual es un doble castigo natural.
Los transexuales, por su parte, sufren constantes persecuciones y maltratos. Son permanentemente hostigados por el cuerpo Basiji, una especie de Gestapo iraní que actúa al margen de la ley, con total impunidad.
¿Irán tiene la cura de la homosexualidad?
Como si toda esta situación no fuese ya lo suficientemente dantesca, el gobierno iraní, por su parte, promueve “terapias reparadoras de la homosexualidad”. No solo las fomenta sino que también las exige. La reasignación de género es muy común en Irán, país que posee una de las tazas más altas en el mundo en este aspecto, y por mucho la mayor en Oriente Medio.
Estas cifras no reflejan la realidad combinada de un nación con un sistema de sanidad moderno y una libertad sexual difundida entre su población. Por el contrario, la cara oscura de esta estadística revela las enormes presiones sociales y gubernamentales a las que se somete a los homosexuales.
Las operaciones de reasignación de género suelen ser realizadas en condiciones higiénicas deplorables y los casos de mala praxis alcanzan números alarmantes.
Algo a enfatizar es el hecho de que las operaciones de reasignación de género no son opcionales, sino que se producen luego de un diagnóstico. Aquellos que, una vez diagnosticados, se niegan a someterse a ellas se enfrentan al escarnio social, a la persecución política y al riesgo siempre latente de la pena de muerte.
El país persa lleva su persecución y opresión implacable a los homosexuales incluso más allá de la mayoría de edad. En el año 2005 ejecutó a dos adolescentes de 16 y 17 años por haber mantenido relaciones sexuales con un menor de 13 años de edad.
Dos años más tarde, el 6 de diciembre de 2007, fue ahorcado por el mismo delito Makwan Mouloudzadeh, luego de confesar haber mantenido relaciones homosexuales a los 13 años.
Desde la Revolución Islámica de 1979 hasta la fecha se estima que Irán ha ejecutado entre 4.000 y 6.000 homosexuales.
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