Mi historia y la AMIA
Han pasado más de 26 años de aquel 18 de julio de 1994. El 17 de julio, el día anterior, recuerdo haber pasado con mi padre por la puerta de un edificio que, menos de 24 horas más tarde, se derrumbaría como una torre de jenga, sepultando a 86 personas.
Ese 17 de julio, a causa de una extraña impresión que jamás me voy a explicar (sería muy aventurado definirla como “premonitoria”), recuerdo haber resbalado mi mirada por la fachada negra del edificio, y haberle preguntado a mi padre: “¿Qué es?”
No recuerdo exactamente su respuesta; pero sí que, un día más tarde, aquello que “era” ya no era más. Los 86 seres humanos que estaban dentro, tampoco “serían más”.
Vuelvo a repetirlo: 26 años han pasado desde entonces, casi tres décadas de impunidad. La sociedad argentina, la comunidad judía y especialmente los familiares de las víctimas del atentado a la AMIA, siguen lamiéndose una herida que continúa abierta.
¿Quién fue o quienes fueron los responsables?
En el año 2004, una década después del atentado, el ex fiscal Alberto Nisman, encargado de la causa AMIA por entonces, avanzó en sus investigaciones hasta el punto de probar la vinculación entre el gobierno iraní y células terroristas de Hezbollah radicadas en la Argentina.
Lo que Nisman desentrañó podría describirse de la siguiente manera:
El atentado se realizó por medio de una camioneta Trafic conducida por un suicida. El vehículo explotó en la puerta de la sede de la AMIA. La planificación del atentado fue hecha por miembros del grupo terrorista Hezbollah, financiado por el gobierno iraní.
Las consecuencias de estas investigaciones habrían sido demasiado caras para Nisman: en el 2015 moriría de un disparo en la cabeza. El motivo de su muerte, aunque todas las pruebas indican que se trató de un homicidio, aún está sin resolverse.
El 14 de enero de 2015 Nisman acusó a la entonces presidenta de Argentina, la doctora Cristina Fernández de Kirchner, de intentar encubrir a los iraníes sospechosos del atentado a la AMIA.
Tan solo cuatro días más tarde Nisman fue hallado muerto en el baño de su departamento. Al día siguiente el fiscal tenía que ratificar su denuncia ante el Congreso de la Nación Argentina.
A lo largo de estos 26 años Alberto Nisman representó la única esperanza real de Justicia para los familiares de las víctimas del atentado a la AMIA. Por esta misma razón, quizás, se ganó la muerte, asesinado a sangre fría en su cuarto de baño.
La presidente argentina, aliada durante todo su mandado de la República Islámica de Irán, intentó por todos los medios echar tierra sobre el asunto e instalar la idea del suicidio.
Las distintas pruebas que fueron surgiendo desmintieron esta burda versión de manera contundente. Esto provocó que la sociedad argentina saliera masivamente a la calle, clamando justicia por el único hombre que, en más de un cuarto de siglo, echó luz sobre el atentado de la AMIA.
¿Esto es todo?
Las preguntas que deberíamos hacernos en la actualidad, luego de 26 años de infamia, es si la causa AMIA está condenada al eterno silencio. Si los familiares de las víctimas de semejante tragedia volverán alguna vez a tener paz. Si se perdió o no con la muerte de Nisman, no solo la vida de un profesional valiente y honorable, sino la única oportunidad de que la República Islámica de Irán y sus esbirros, paguen por el atentado terrorista que cometieron.
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