Turquía se queda sin su socio
Turquía ha sido uno de los grandes perdedores del cambio de gobierno en los Estados Unidos. Ankara y Washington mantuvieron una estrecha relación a lo largo de la era Trump.
Esto le permitió a Erdogan adoptar una postura agresiva en la región e imponer un régimen de hierro puertas adentro, persiguiendo opositores y periodistas.
En tiempos de Trump, Turquía se permitió casi todo. Invadió Afrin en Siria, desatando una limpieza étnica feroz. Albergó a Hamás; reclutó mercenarios sirios; amenazó a miembros de la OTAN e incluso desafió a tropas estadounidenses.
Se calcula que en Afrin unas 350.000 personas fueron expulsadas de sus hogares durante la invasión. Los agricultores de la zona han visto cómo sus tierras y sus cosechas pasaban a manos de las milicias pro-turcas.
Estas milicias se autofinancian a través de las altas tasas impuestas a los pequeños productores locales o por medio de la comercialización directa del aceite de oliva producido en la región.
Por su parte, dentro de las fronteras turcas, unas 200.000 personas han sufrido la persecución, el hostigamiento y la tortura del gobierno de Erdogan. A muchos los ha deparado la suerte de Can Dundar, periodista exiliado por criticar al gobierno.
La oposición, mientras tanto, ha visto cómo sus alcaldes y funcionarios han sufrido el acoso o han sido apartados de sus cargos. Para todas estas personas, los últimos cuatro años del régimen turco han sido una pesadilla.
Cambio de estrategia
Pero Trump ya no ocupa el sillón de la Casa Blanca. Esto obliga a Turquía a dar un brusco giro a sus posturas políticas, tanto externa como internamente. Esta nueva actitud ya se puede detectar en la visita a Bruselas el jueves pasado del Ministro de Asuntos Exteriores de Turquía.
Ankara busca reconciliarse con la Unión Europea. Sin embargo, su participación en los conflictos de Libia y Siria, su injerencia en el norte de Chipre y sus exploraciones energéticas en el mar Mediterráneo, son acciones que pesan sobre sus hombros.
En relación a este tenso vínculo, Mevlut Cavusoglu, Ministro turco de Asuntos Exteriores, expresó:
“El 2020 fue un año problemático en las relaciones bilaterales entre Turquía y la UE. Y eso tuvo su repercusión en la declaración conjunta de sanciones en la Cumbre del Consejo de la Unión Europea de diciembre. No obstante, desde entonces ambas partes han expresado su voluntad de crear un ambiente positivo”.
Por su parte, Josep Borrell, representante de la Unión Europea, señaló:
“Un buen paso es la anunciada reanudación de las conversaciones exploratorias entre Turquía y Grecia. Deseamos firmemente que se produzca una desescalada sostenible en el Mediterráneo oriental, pero también en la región en general”.
Biden obliga a Turquía a girar el timón
Se debe interpretar este paso de reconciliación con la OTAN como el primero de varios, en el contexto de una nueva política diplomática adoptada por Ankara. La llegada de Biden a la Casa Blanca obliga a Erdogan y su gobierno a establecer nuevos vínculos con Washington, desde otro lugar, uno más moderado.
Anders Fogh, ex secretario General de la OTAN, lo resumió en estas palabras:
“No hay razón para ocultar que Turquía ha creado muchos problemas al comprar equipos militares rusos que no son compatibles con los de la OTAN y al actuar en el Mediterráneo, en Libia, en Siria, etc. Sin embargo, necesitamos una estrecha alianza con Turquía y creo que la elección del presidente Biden ha creado una nueva situación. Erdogan se ha dado cuenta de que, tras la salida de Trump como Presidente, no tiene un aliado en la Casa Blanca, así que tiene que comportarse”.
Cabe recordar que en diciembre, la UE resolvió extender las sanciones impuestas a Turquía, como consecuencia de sus actividades de perforación realizadas en Chipre. Estas sanciones no se han aplicado aún, por lo cual Turquía busca dejarlas sin efecto apelando a nuevas formas de vincularse con las naciones europeas.
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