Los cinco días de protestas en la provincia más pobre de Irán, Sistán-Baluchistán, tienen al país persa en vilo.
El régimen iraní comienza a tambalear
Las protestas se iniciaron luego de que la Guardia Revolucionaria iraní cavara zanjas y levantara obstáculos en la carretera para evitar el traslado de combustible hacia Pakistán. El 22 de febrero, los efectivos iraníes abrieron fuego y mataron a decenas de inocentes. Víctimas de la extrema pobreza, la violenta represión y los sistemáticos atropellos por parte de las fuerzas del régimen iraní, los comerciantes de combustible decidieron sublevarse.
Tres días después de los incidentes, el 25 de febrero, dieron comienzo a una huelga y cerraron sus tiendas. Trasladaron su malestar a las calles y se manifestaron frente a las oficinas del Gobierno, las que luego ocuparon y destruyeron, a pesar de lo fuertemente custodiados que estaban esas lugares por la Guardia Revolucionaria.
Los guardias lanzaron gases lacrimógenos y dispararon a la multitud con el fin de dispersarla. A pesar de la fuerte represión, las protestas persistieron y las autoridades iraníes decidieron cortar Internet para que no se filtrara lo que allí estaba ocurriendo.
La punta del iceberg
Según los expertos, estas protestas no son aisladas. Se trataría de episodios que representan apenas la punta del iceberg de un descontento social bastante más extendido entre los iraníes. El autoritarismo, la corrupción, el saqueo y la pésima gestión del Estado son escandalosos en el país persa. Las cifras oficiales indican que el 96% de los pobres de Irán están muy por debajo del umbral de la pobreza; mientras que los funcionarios que acompañan a Jamenei gozan de fortunas comparables a las de los inversores más ricos del país.
Mohebati, el gobernador de Sistán-Baluchistán, advirtió el 25 de febrero que “todos los funcionarios caerían juntos”, si las protestas se transformaban en una revolución.
La sociedad iraní parece estar llegando a su punto límite. Décadas de autoritarismo, represión, corrupción y mala gestión por parte del régimen, ofrecen las condiciones propicias para que las protestas se generalicen en todo el país y hagan caer al Gobierno.
A pesar del intento por parte de las autoridades iraníes de que no se filtraran los incidentes de Sistán y Baluchistán, lo que las llevó a bloquear la Internet, la noticia se propagó rápidamente por todo el país. Esto provocó que otras ciudades como Zahedan, Khash e Iranshahr, se sumaran a las protestas, organizando huelgas y cerrando comercios.
En un video amateur grabado en Saraván se ve cómo los manifestantes se enfrentan a la Guardia Revolucionaria, sin temer a las balas ni a los golpes. Estos episodios podrían llegar a quedar en la historia iraní como la primera chispa de una revolución comparable a la del 79. El mensaje parece claro para el líder supremo, Alí Jamenei. Si continúa desoyendo el clamor del pueblo, puede que tenga las horas contadas.
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